Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

El otro, el mismo

Conversamos con Santiago Tavella

Conversamos con Santiago Tavella, que el viernes se presenta en la Sala Zitarrosa. “Cuando uno agarra la guitarrita, el lápiz, el pincel, ese momento es mucho menos intelectual que lo que se piensa”, dice.

28.07.2014 15:07

Lectura: 13'

2014-07-28T15:07:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

Santiago Tavella es el bajista y ocasional cantante de El Cuarteto de Nos, pero también es otro Tavella. O mejor dicho, hay otro Tavella que es el mismo de El Cuarteto cuyos intereses exceden los límites de la banda. Otro Tavella que, además, es el nombre de una formación concebida en un principio como grupo guerrillero que permitiera a Tavella tocar mucho, en muchos lugares y con la menor infraestructura posible. Blitzkrieg pop.


Otro Tavella (el grupo) permitió a Santiago Tavella (el mismo de El Cuarteto, pero también otro) mostrar canciones que no encuentran lugar en el repertorio del único grupo de Tajo con proyección hispanoamericana.

Otro Tavella (sí, el grupo) viene manteniéndose en el tiempo desde hace unos cinco, seis años, y es el continuador del fermental Verduleros de Verdi que, en el arranque del milenio, tenía a Tavella (el músico) en el bajo y los vocales junto a los No Te Va Gustar Emiliano Brancciari en guitarra y a Chamaco Castex (ahora ex) en batería. Este viernes, junto a Los Embajadores del Buen Gusto, presenta en la Sala Zitarrosa el espectáculo "Sobre gustos", lo que define como "un caprichoso refinamiento musical".

Está bueno eso de plantear "refinamiento" y complejidades musicales, sobre todo cuando buena parte del público de El Cuarteto, y presumo que también del tuyo, tiene como primer reflejo juzgar tus canciones con un "me cago de risa con esos temas"...

No es el caso este. Quizás, dentro lo que es El Cuarteto, y cada vez más, está pasando que hay canciones mías que son muy chistosas y más suaves, que bajan un poco una cosa de Robertito, que está, en cierto modo, cada vez más serio, más enojado. Yo no me puedo enojar. Y es muy difícil cambiar los formatos dentro de un proyecto como El Cuarteto. Entonces este corte para hacer una cosa que no tiene nada que ver es un terreno muy fértil para cambios estructurales profundos. Yo soy de la idea de que a esto le va a llevar un tiempo prender. ¿Cuáles son las fuentes de Otro Tavella? ¿De dónde viene? Y viene mucho de las cosas que me gustan, cosas como Belle and Sebastian, Joni Mitchell o Leonard Cohen, por poner tres nombres. ¡Y eso no tiene nada que ver con El Cuarteto! Hay otra cosa que me parece interesante dentro de la dinámica del Cuarteto, a la hora de hacer arreglos y esas cosas: es que siempre jugamos mucho a citar cosas que, de repente, son medio espantosas. En alguna época jugábamos con elementos guarangos, pero aún en la canción más seria nuestra, que vendría a ser "Cuando sea grande", de Roberto, el hecho de meter ese autotune todo "auhuhu" y no sé qué, me resulta muy gracioso, porque es como meter un elemento de mal gusto. Por más que haya gente que no escuche otra música que no sea la que tiene autotune, desde mi punto de vista, digo que es de mal gusto.

Y ahora planteás una "rebelión" contra ese mal gusto...

Sí, un poco por ese lado nos seducía el nombre de Los Embajadores del Buen Gusto, porque creo que el buen gusto, hoy en día, es una cuestión demodé. Yo me sitúo en El Cuarteto de Nos del 94, cuando estábamos jugando bastante con el mal gusto, lo soez, lo obsceno, en un momento del Uruguay muy compuesto. Esa idea que se tiene de que los uruguayos somos cultos, y no sé qué y no sé cuánto. Y ahora, el buen gusto, que es una cosa medio constitutiva en mí, porque en mi familia todo lo que tenía que ver con el arte siempre fue una cosa muy presente, digo: "Mirá, acá tengo un valor que está fuera de moda". No sé si es buen negocio, pero siempre me interesa cuando surge alguien que te hace decir: "¿Este qué hace acá? ¿No se da cuenta de que no es lo que se lleva eso?". En general, son las cosas que me gustan. Así que cuando surgió el nombre me pareció que cuajaba bien.

¿Y para quién tocan estos Embajadores?

Uno de los elementos de esto, que es fundamental, es no parar. Desde mediados de 2012 vengo "tracatracatracatraca", y se va armando como una cosa. Y se va formando un público. Hay un público del Cuarteto al que le va a interesar, pero son pocos. Actualmente es más el público nuevo, distinto.

También es bastante distinto lo que hacés, como para seducir a otra gente...

Sí. Mi interpretación vocal, por decirlo de alguna manera, en esta etapa tomó un protagonismo grande. El largarme a hacer cosas solo con la guitarrita vino un poco por ese lado. Había empezado a estudiar el tema de qué cantar, de cómo cantar, y naturalmente me puse a cantar más. Y me di cuenta de que tan mal no toco la guitarrita. Yo toqué el bajo toda la vida, y la guitarra la usaba para componer algo, pero pensaba que no podía tocar una cosa entera, y en la etapa anterior agarraba el microfonito y nada más. Pero en esta estuve casi un año haciendo recitales yo solo, que fue muy interesante, porque aprendí mucho. Y me interesa ese público que puede llegar a ver a alguien que no se sabe qué puede hacer.

También hay una cuestión de acumulación, ¿no? Me refiero a que se sembró algo que prendió en cierto público, a fines de los 90, cuando apareció el Movimiento Sexy, que vos "apadrinaste", y del que surgió como cara más visible Dani Umpi...

Dani Umpi es mi amigo, y además es un artista con el que hecho muchas cosas. Creo que la posición en la que estaba él hace diez o doce años ha variado porque el entorno ha variado, y de repente hay una aceptación mayor de muchas cosas, a veces basadas en malos entendidos, que Dani Umpi sabe aprovechar. Él juega mucho con eso kitsch, pero no es eso solo. Él no es lo mismo que los comentarios de una participante de Bailando por un sueño, hay otra cabeza. Bueno, no hay "otra" cabeza, hay "una" cabeza. Y siempre me pareció interesante ver una cosa, y como eso funciona con su entorno. Y también viendo lo que hago yo. De alguna manera me pasó de estar moviéndome en mundos bien distintos, algunos muy masivos, y otros no.

¿Y hay intersecciones entre esos mundos, de la música popular, o la cultura popular en general, y la Cultura con mayúsculas, por llamarla de alguna manera?


Hubo momentos interesantes en otras épocas del Cuarteto en los que se mezclaban cosas de esos dos mundos, distintos, pero que, para mí, son los dos de la producción simbólica, aunque con lenguajes diferentes. Yo he estudiado en profundidad todo lo que tiene que ver con la cultura popular, pero también tengo una formación en lo que es la cultura con K. Nunca fui detractor de ninguna.

¿Y no pesa ese vínculo con la Cultura a la hora de sentarte a componer una canción para el grupo?

No, no. Me interesa por el lado de que el conocimiento va sumando. Por más que cuando uno agarra la guitarrita, el lápiz, el pincel, lo que sea, ese momento es mucho menos intelectual que lo que se piensa. Te lo digo viniendo de El Cuarteto, que es una banda, en muchos aspectos, intelectual. Es muy intelectual ahora, pero también era muy intelectual "Me agarré el pitito con el cierre", en el sentido de que era un chiste, una cosa lingüística metida en el medio de un absurdo. En Otra navidad en las trincheras hay mucho de esto, incluso en esa versión de "Ea Ea Ea", que es una cosa súper guaranga, y que en manos nuestras era algo intelectual. Creo que hoy, en cierta medida, esos caminos ya los hemos recorrido, y por más que nunca voy a ser una persona anti intelectual, me parece que lo que tiene que ver con los procesos creativos tiene una parte de renuncia al yo. Este Otro Tavella no tiene nada que ver conmigo, por decirlo de alguna manera. Creo que para cantar tenés que olvidarte de vos, no sos dueño de vos. Si sos dueño de vos cuando estás cantando, seguro cantás horrible. Tiene que llegar un momento en el que te fuiste. No sos vos, no tenés la voz, la voz te tiene. Lo consciente, el yo, es apenas el 10% de la actividad que el cerebro tiene, y es el 10% más aburrido. La pegada en esto es darle paso al 90% restante, y ver qué sale. No buscarle la vuelta racionalmente. Hay una intención de dejar de lado esa cuestión medio voluntarista, racional, ordenadora, para dejar paso a otras cosas que no sé de dónde vienen.

Claro, pero a la hora de "pensar" la obra, de ejercer la crítica, necesitás un compromiso racional.


Las mejores cosas que yo he leído de otros artistas son bastante poco racionales. O pueden tener análisis muy racionales vistos desde el punto de vista de la irracionalidad del artista. En una época estaba muy de moda, y hay análisis muy interesantes de distintas obras de arte, lo que tiene que ver con lo psicoanalítico. Es una mirada que me resulta muy interesante, y tiene mucho que ver con el hecho de salir, otra vez, del yo del crítico, para meterse en otro lado. "¿Qué pasa acá?", y te ponés a escribir, y sale una buena cosa.

Vos escribís, hacés música, plástica... Quizás la comparación sea medio traída de los pelos, pero ¿te ves como un artista "renacentista", en el sentido de abarcar varias disciplinas?


Para mí son procesos que están siempre en ida y vuelta entre esa idea medio integral de la obra y la especialización. La modernidad tuvo una tendencia importante de especialización en la pintura, la escultura, la poesía, y otros momentos no. Yo siempre digo que la música y la poesía tienen un origen muy común, porque la primera literatura era un señor con un instrumento de cuerditas, que iba por las plazas cantando. Esa literatura sobrevive, y siempre está yendo y viniendo. Tenés el Renacimiento, pero también hay otros momentos de creación muy importantes, como cuando se genera la ópera, donde se meten muchas cosas. Y nosotros ahora vivimos en una cultura muy audiovisual, que tiene que ver con la imagen, la música, lo que se dice. Está todo junto. Tenemos un consumo, nos guste o no, multidisciplinario. Y no digo: "Ay, qué bárbaro, Fulano lee poesía, le gusta la pintura y la música"... ¡no! Mira televisión: palabra, música, imagen. Y mira unas cosas horribles, de muy mal gusto, pero vive en una realidad multidisciplinaria. Entonces, crear en esos ámbitos, por más que requiera cierta preparación, es una cuestión de meterse. Creo que mi carrera, en esos aspectos, tuvo una formación tanto en música como en pintura bastante importante, porque estudié muchos años. Entonces, si me salen las cosas más o menos bien, no es casualidad.

Decís "música y pintura", pero además siempre estás volviendo a la literatura, ya sea en clave de humor como con Martí en "El niño de Guatemala" de El Cuarteto, con Rubén Darío, ahora, en "La princesa", o inventando al poeta Juan Bojorge Ocorbojón.


Con la literatura, o con "pedacitos" de la literatura, siempre tuve una mirada musical. Una de las canciones que hago con los Embajadores, "Un amor cualquiera", tiene un texto de Colette, un pedacito de una novela, La ingenua libertina, que alguien puso en Facebook, y me encantó. No tenía una estructura regular ni nada por el estilo, pero le busqué la vuelta. Zitarrosa era mucho de hacer eso con las canciones. Vos ves muchas de las canciones de él y no tenían una estructura tan matemática, de estrofa/estribillo. Él jugaba con eso, hacía lo que quería, porque era un intérprete del carajo, y las canciones son divinas. No sé si a alguien le gustará esa canción que hice, pero al menos hice el experimento. Hay ahí un ida y vuelta, son puertas para salir de uno. Viéndome en los otros tengo la oportunidad de olvidarme de mí. El otro día vi una frase buenísima de Bioy Casares, hablando de cuando escribió La invención de Morel, y el tipo decía que lo que había hecho antes de eso era insoportable. Estaba todo el tiempo centrado en demostrar el manejo del lenguaje que tenía, en contar experiencias personales, todo el tiempo yo, yo, yo, y era una porquería. Y dijo: "Voy a tratar de hacer un libro de un personaje que no tenga nada que ver conmigo". E inventa a ese tipo que está perdido en una isla, fugitivo, que no tiene nada que ver con Bioy, un aristócrata que tiene una vida totalmente apacible. Ahí se dio cuenta: "Dejate de joder, Bioy, con tu vida, que no le interesa a nadie".

¿Y ese descubrimiento de que lo mejor de tu creación es "saliendo" de vos mismo es reciente?

El concepto lo puedo ver en cosas mías, viejas, en las que entro en una zona en la que me pierdo. Pero el dominio de eso es muy de esta etapa. Lo dominante de Otro Tavella y los Embajadores del Buen Gusto es ese contar historias, esas cosas que uno entrevé ahí y agarra la puntita y se cuelga, y te lleva a un lugar que no tenías previsto, que te sorprende. Te metés por el lado de "La princesa" de Rubén Darío y terminás en otro lado. Tiene que ver con la forma en que juntás cosas que leíste, historias...

Es una postura atípica, porque la mayoría de los artistas de éxito en el Uruguay son los que cantan desde el "yo": "Yo quiero, no te quiero, quiero que te vayas", y así...

Sí, es cierto. Si hay algo que no es Otro Tavella es didáctico. No vengan a buscar respuestas a los grandes temas, básicamente porque no creo que las haya.

Otro Tavella y los Embajadores del Buen Gusto en "Sobre gustos... un caprichoso refinamiento musical".
Viernes 1 de agosto, 21 horas. Sala Zitarrosa.

Santiago Tavella (voz, guitarra)
Martín Tavella (bajo, guitarra)
Ignacio Lanzani (guitarra)
Pablo "Chamaco" Abdala (batería)
Junto a Franny Glass, Maia Castro, Mandrake Wolf, Molina y Tabaré Leyton, entre otros, como invitados especiales.

 

 

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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