El estadounidense no puede menos que agradecer al tiburón que lo atacó. El escualo lo salvó del cáncer

Eugene Finney, de 39 años de edad, pasaba las vacaciones con su novia y sus dos hijos -de 6 y 10 años- en Huntington Beach (California) cuando un aparentemente tranquilo baño le cambió la vida.

El hombre se fue a nadar mientras su familia se quedaba en la arena, y súbitamente sintió "un golpe en la espalda", pero no supo identificar al causante de la embestida. "Fue lo más doloroso que sentí en mi vida", aseguró Finney, tal y como recoge el periódico ABC. Sin embargo, el hombre pudo salir del agua por sus propios medios, aunque desorientado y sin saber exactamente qué había sucedido.

De lo que Finney no se percató fue de las aletas que rondaban a su alrededor, ni de los gritos de los socorristas advirtiendo a los bañistas. Finalmente, ya en el hotel, pudo comprobar la entidad de sus heridas: un corte profundo en la espalda y contusiones. Un tiburón lo había atacado, pero lo que pudo haber derivado en un fatal desenlace, se quedó en un doloroso recuerdo.

Ya de vuelta en su pueblo natal de Massachusetts, Finney tuvo que lidiar con las secuelas del ataque. Y durante el tratamiento, los médicos ordenaron análisis y detectaron irregularidades que les pusieron la mosca detrás de la oreja. Finalmente comprobaron que el paciente padecía cáncer, enfermedad que hubiera tardado bastante tiempo en presentar síntomas, y cuyo diagnóstico precoz fue posible gracias al ataque del pez.

Gracias a la embestida del escualo, los médicos pudieron atajar el cáncer mediante una operación que erradicó el tumor a tiempo y evitó que Finney tuviera que someterse a quimioterapia y radioterapia.

El doctor Ingolf Tuerk, del centro médico de San Isabel en Brighton (Massachusetts) aseguró que "el ataque del tiburón le salvó la vida. Si piensas en ello, es realmente algo fascinante".